¿Quiénes somos?
En el siglo XIX, en Estados Unidos, los ataúdes se llenaban de explosivos. Para evitar que los ladrones (que vendían los cadáveres para experimentos médicos) los abrieran y saquearan, a algunos se les ponían trampas explosivas o armas de fuego: si alguien intentaba abrirlos, volaban en pedazos.